Llegó a Tornquist cuando recién comenzaba a pasar el Ferrocarril Sud por esta zona. Año 1888.
Según nos contaba, con la natural gracia que tenía, aquí, al lado de las vías, fue la casa de los Zelaya y un tal Cardona; lo demás era campo abierto donde se podían cazar ñandúes.
Cuando llegó, su único capital era su tropillita. Entró a trabajar de domador en la Estancia Funke. Hombre ahorrativo, pronto se juntó con unos pesos a fuerza de trabajo.
Más adelante sembró campo en el Cortapié (3.000 hs. según comentan) y tuvo muy buena cosecha.
Así se hizo de la mejor caballada de esta zona.
Se casó con doña Angela Mollo, perteneciente a una de las familias más honorable s de Tornquist, con la que tuvo una numerosa descendencia. Muchos de ellos se hallan entre nosotros todavía…
Más adelante dejó aquellos campos y se vino más cerca del pueblo, compró el campo que hoy es de Bellot. Allí sembró y puso un horno de ladrillos en el que trabajaron como obreros Dante Turbini, Luis y Francisco Macchi (mi padre), Pacífico Tarabelli y Luis Brenta.
Después pasaron los años y la cosa no le fue muy bien, pues la suerte se le mostraba esquiva, como a tantos otros en esa época.
Pero don Francisco no se apichonó y siguió su vida, haciendo lo que cuadrara para poder sobrevivir.
Supo contarnos muchas anécdotas vividas por él. Las contaba con lujo de detalles y a uno se le ponía los pelos de punta.
Conoció, como ejemplo, al indio Culipe, que en una oportunidad quiso enlazar al tren, montado en su caballo, pues decía que era un monstruo.
También a Mardueña. A este lo conocí yo personalmente, cuando el pobre no tenía hogar y dormía en los portones del viejo Mercado, o en el zaguán Piñeiro y Alvarez, que estaba enfrente.
En las mañanas de invierno, la escarcha y la nieve tapaban su curtido rostro, pero él se defendía con la ginebra que tomaba y que le pagaban los amigos; pues era apreciado por todos los vecinos de Tornquist.
Estos son algunos de los recuerdos de nuestro querido pago chico.
Mi más sincero recuerdo a don Francisco Grossi y su señora doña Angela Mollo.
A su descendencia un fuerte abrazo.
Tal como lo recordaba el bisabuelo Cayetano Macchi Nota publicada en la edición de Observador Serrano del 04 de Octubre de 1984.