Don Enrique Carancini nació en Filotromo, Pcia. de Ancona – Italia, el 19 de agosto de 1887.
Fue su esposa doña María Moscolini y su descendencia: Ardemía, Velia, Mario y los mellizos José Armando y Enrique Eduardo.
Don Enrique llegó a la Argentina a los 19 años. Volvió temporariamente a Italia para ver a sus seres queridos y luego se asentó definitivamente en nuestro país, formando su hogar en 1910.
Al principio se radicó en Maipú, Pcia. de Buenos Aires, pero posteriormente se vino a Tornquist, donde ya había otros familiares suyos. Aquí se instaló en calle Guemes al 600.
Tras muchos años de sacrificio, y a fuerza de guardar peso tras peso, adquirió una trilladora para dedicarse a la cosecha del trigo.
Se trabajaba durante tres largos meses, entre 25 ó 30 personas.
Luego vinieron las máquinas más modernas y estas pobres trilladoras quedaron para el recuerdo.
Era lindo verlas trabajar. En la mañana tocaba un primer silbato de advertencia para que el personal se alistara y al segundo silbato comenzaba la tarea.
Don Enrique, hombre que jamás se entregaba, sompró más tarde un Ford T. 1926, que tenía las ruedas traseras macizas.
La Ruta 33 no existía entonces, y él hacía el trayecto a Bahía Blanca en unas tres horas aproximadamente.
Pasó el tiempo y fue cambiando de vehículo dedicándose a la tarea de taxista.
En el año 1938 ya sus hijos eran hombres, y pusieron una línea de ómnibus que hacía el recorrido Tornquist – Sierra de la Ventana – Saldungaray – Coronel Pringles – Coronel Suarez.
La empresa siguió hasta 1973, año en que la vendieron.
Don Enrique falleció en junio de 1962, a los 74 años de edad. Su esposa Doña María, desapareció a la edad de 82 años.
También murieron sus queridos mellizos, Enrique Eduardo en septiembre de 1969 (46 años) y José Armando en mayo de 1973 (a los 50).
Yo trabajé con los mellizos Carancini, cuando eran aún unos pibes. Eramos compañeros de tarea en la recordada tienda “El Sol de Mayo”. Me quedaron de ellos hermosos recuerdos.
Mario, por su parte, fue siempre dentro de nuestras barras, el hombre serio, querido por todos por su forma de ser y de obrar en la vida; un digno sucesor de sus progenitores. A él y a su querida familia, un abrazo.
Tal como lo recordaba el bisabuelo Cayetano Macchi Nota publicada en la edición de Observador Serrano
del 22 de MOVIEMBRE de 1984