Apuntes de un pasado imborrable: “La vieja estación”

Voy a recordar en este relato a algunos de los hombres que más vienen a mi memoria; hombres de trabajo duro, que ayudaron a construir lo que es hoy la ciudad de Tornquist:
Regino Cisneros, Leandro García, Camilo Tevez, Gumersindo García, Antonio Doval, Serapio Tevez, Gerónimo López, Benigno Cortéz, Bautista Juárez, Justiniano Villalba, Fernández Guerra, etc. Que me perdone si me olvido de alguien pero a los 74 años mi memoria falla.

Este recuerdo es para que la muchachada actual sepa lo que era antes.
Llegó a Tornquist un cordobecito pequeño, delgado, por el que nadie daba un cobre para el trabajo. El capataz, que se apedillaba Rodriguez, de apelativo Crespo (¡quien no lo conoció!), accedió a un pedido de “pique” que le hizo el cordobés.
Los demás compañeros de tarea en la playa ferroviaria se reían casi todos de él, y se decían entre ellos, con doble sentido: “Aguantará el viento hasta la tarde? o si nó : “¿Habrá velorio esta noche?”, como queriendo expresar que el hombre no aguantaría los trabajos tan duros que se hacían en la playa.

Pero el cordobecito aguantó muy bien hasta las doce, y resultó un león para las bolsas; las manejaba como quería.
Después, en la tarde se reanudó el trabajo y se empezó a estibar nuevamente. El cordobés, que había aguantado toda la mañana los chistes de sus compañeros de tarea, empezó a torearlos a ellos: “Lárguelan como quieran, soy el rey de la arpillera”, o “metan pierna, metan gamba, vamo a ver quién se acalambra”…

El capataz Rodriguez (Crespo), un hombre conocedor de la gente con que trataba, les dijo a los changarines: “muchos verán que los hombres no se miden por la estatura”. Y allí terminó la cosa, para que hubiera bronca entre ellos.
En ese tiempo se usaba tomar un trago (a la mañana caña, a la tarde cerveza) para aliviar el cansancio.

Por lo general nos mandaban a comprarlas a Tito y a mí, que éramos los marcadores (la plata se la daba el chacarero al recibidor en su mano, pues era el hombre de confianza).
Comprábamos en lo de don Carlos Rey, que estaba donde hoy es el hotel de los Hnos. Foresti, frente a la Estación.
Siempre sobraban algunas moneditas y lo que quedaba del vuelto era para Tito y para mí; a veces ganábamos más con la propina que con la marcada. ¡Qué recuerdos, muchachos y sin embargo era lindo!

Antes de concluir por hoy, quisiera recordar a las famosas chatas que conocí en mi niñez. Las chatas que venían del partido de Saavedra eran de Victoriano Bualó; cargaban de 130 a 140 bolsas y venían pintadas con los colores de nuestro pabellón nacional.
La de don Daniel Paijé era de mi barrio. Me acuerdo también de la de don Juan Chacón, Jesús Cejas y creo que uno de los Cotta. ¡Qué chatas!.
Ataban 16 o 18 caballos, con el varero, el cadenero y los laderos.

Para terminar daré algunos de los empleados ferroviarios con los que más traté: Carballo, Cessoni, Azurmendi, Germán Kugler (jefes), José Pendones (capataz), Carlos Grossi, Oscar Marasca, Rufino Meneses, Mario Garófolo, Omar Caneva, Oscar Dicroce, Pepe Elizalde, Mauel y Pedro Egler… (empleados).
A todos ellos mi recuerdo sincero, al cerrar estas líneas sobre la vieja estación.

Tal como lo recordaba el bisabuelo Cayetano Macchi Nota publicada en la edición de Observador Serrano del 14 de JUNIO de 1984

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